El regalo rojo

Era verano. Por la tarde íbamos a ir a la piscina. Pero a mí me vino la regla. Tenía trece años. Mi primera regla. Y me arruinó el día. Llamé a mi madre al baño y me dio algodón, que era lo que se usaba en aquel tiempo, y algunas indicaciones prácticas. Ya me habían explicado un poco sobre el tema: mi madre le había encargado esa tarea a una prima bastante mayor que yo que estudiaba medicina. No sé bien por qué, supongo que pensó que se le daría mejor explicarlo y que lo haría con términos más adecuados o, quizás, porque le incomodaba hablar de “esas cosas”.

Ese es básicamente mi recuerdo de aquel momento. No fue un tabú. No me sorprendió o asustó esa sangre porque ya me habían explicado algo. No fue un horror ni una tragedia. Pero no hubo mucho más. No hubo diálogo familiar al respecto. No me felicitaron ni me compadecieron. Era algo que tocaba pasar y ya está. Una pesadez que llegaba a la vida.

Ahora que lo pienso, no tengo recuerdos del momento en que mi hermana -menor que yo- empezó a menstruar. ¿Cómo lo vivió ella? ¿Cuándo fue? ¿Lo supe yo, me lo contaron? ¿Cómo puede ser que no me acuerde? Y eso que con mi hermana fuimos y somos grandes amigas y confidentes.

Sigo pensando sobre el tema y me doy cuenta de que tampoco conozco las vivencias al respecto de ninguna de mis amigas. (Me propongo cumplir esta tarea ahora mismo, ni bien termine de escribir esta reflexión. Quiero que hablemos sobre ese primer día). Sé que compartimos protestas sobre la menstruación -sobre los contratiempos y problemas que trae- y anécdotas sobre si te habías manchado o te había venido de repente y no tenías nada que ponerte. Si te dolía o no; si te venía poco o mucho; qué compresa era mejor -cuando ya habían inventado las compresas-, si estabas de mal humor o triste. Si habías pasado vergüenza. Pero nada sobre la primera vez. ¿Es que no lo recuerdo yo o es que pasó sin pena ni gloria? Un acontecimiento vivido como un trámite incómodo que no queda otra que vivir.

En Argentina le decimos “estar indispuesta” a menstruar. Significa solamente eso ya que no usamos ese vocablo para nada más. Si estás indispuesta es que estás menstruando, no que estás enferma, descompuesta o que no estás dispuesta. Pero, de todas maneras, aunque no pensemos al decirlo en su significado literal, ¡qué absurdo me resulta ahora ese término! ¡Qué negativo, qué limitante! ¿Indispuesta? ¿Indispuesta para qué?

Y es que hemos vivido la menstruación como una molestia; como algo antihigiénico; como si fuese un proceso en sí mismo y no parte de algo más amplio; como una amenaza ya que, a partir de su llegada, podemos quedar embarazadas; como un tabú y una maldición de la naturaleza. Y, mirada así, ¡menuda desgracia nos cae a las mujeres cuando somos apenas unas niñas! Entonces, claro que se entiende que no se tiren fuegos artificiales para celebrarla y que no hablemos de ella más que para criticarla y protestar.

Ahora démosle vuelta a la cosa.

-La menstruación no es un proceso en sí mismo sino que forma parte de un proceso más amplio, un ciclo que se repite mes a mes -el ciclo menstrual- y que incluye diferentes fases, siendo la menstruación una de ellas. Y este proceso más amplio es el que posibilitará, si así lo decidimos, tener hijos. Así que más que una maldición es una bendición, la bendición de ser mujeres creadoras. Y este nuevo camino de ser mujeres fértiles será una amenaza sólo si no se instruye acerca de cómo gestionarlo.

-La menstruación no es antihigiénica sino todo lo contrario: nos limpia no sólo física sino también energéticamente en su movimiento de soltar lo que ya no sirve para así poder recomenzar.

-La menstruación no es mero deshecho. Nos aporta mucha información, si sabemos observarla (su color, su textura), sobre nuestra estado de salud. Además, la sangre menstrual tiene un alto contenido de células madres, minerales y nutrientes. Muchas chicas ya están “sembrando” su sangre utilizándola para regar las plantas.

-La menstruación no es una mala noticia. Es un hecho orgánico, natural, y, como mínimo, trae la noticia de que nuestro cuerpo se comporta según lo esperado.

-La menstruación no es algo inútil. Todo lo contrario, te ayuda a conocerte a ti misma y potenciar tus capacidades. La menstruación, como las demás fases del ciclo menstrual, trae aparejado cambios en nuestro estado de ánimo, nuestras emociones, nuestro cuerpo y nuestra energía. Dado que estas fases se repetirán mes a mes durante muchísimos años de nuestra vida, podemos observar esos cambios y tomar consciencia de cómo nos sentimos y cómo estamos en cada fase y así poder predisponernos a ese movimiento y “remar a favor”, recibiendo y aprovechando lo bueno que trae cada momento. A grandes rasgos podemos decir que en la fase premenstrual y menstrual la energía es una energía hacia adentro, de introspección, de más silencio y calma. Está bueno tenerlo en cuenta y permitirnos el descanso, el bajar el ritmo y la escucha interior. Por el contrario, las fases de preovulación y ovulación son de mayor actividad, de ir hacia afuera y hacia adelante.

Si la menstruación ha sido despreciada y menospreciada, la menarquía como puerta que inicia ese viaje, es, consecuentemente, una puerta silenciosa, abierta con fastidio, intentando no hacer mucho ruido y por la que se pasa de lado. Y sin embargo, esa primera regla es un momento crucial en la vida de una mujer. Un momento que cambiará su vida para siempre involucrando aspectos físicos, emocionales y sociales. Afectará a su rutina diaria, a su cuerpo, a su plan de vida, a su estado de ánimo, a su energía. Y debería ser valorada como tal.

Es muy importante tener una nueva visión sobre la menstruación y transmitirla a nuestras hijas, sobrinas e hijas de amigas. Hay que resignificar la menstruación dotándola de sus aspectos beneficiosos y relacionarla a sensaciones positivas, de orgullo y de alegría. Por suerte, esto está ocurriendo cada vez más.

¿Cómo podemos colaborar cada una de nosotras a que esta nueva manera de sentir y pensar la menstruación avance de manera más rápida? Aquí van algunas ideas de cómo hacerlo:

-Hablando sobre el tema. Contando a nuestras hijas qué ocurre fisiológicamente, qué hay que tener en cuenta, cómo higienizarse, qué recursos hay para gestionarla, pero también hablando sobre nuestra propia vivencia en el pasado, cómo lo gestionábamos, qué utilizabamos, alguna anécdota que recordemos. Hacer que el tema sea ameno y abierto. Incluir también en alguna de estas charlas, por qué no, a los hombres de nuestra familia.

-Investigando sobre el tema para aprender nosotras mismas y para transmitirlo a los demás. Buscar información sobre cómo lo viven las mujeres de otros lugares y de otros tiempos. Saber cómo es nuestro cuerpo y cómo funciona. Averiguar qué productos de higiene femenina hay y cómo afectan a tu salud y al medio ambiente. Conocer cómo se puede gestionar el dolor menstrual y averiguar si es normal este dolor. Te dejo términos y conceptos para googlear: sembrar la regla, sangrado libre, sangre menstrual y células madres, terapia menstrual, carpa roja, arquetipos femeninos, fases menstruales, ciclo lunar y ciclo menstrual, sanación y bendición de útero, copa menstrual, compresas de tela, bragas menstruales, menstruación sostenible, sexualidad sagrada, luna roja, rito de paso…

-Valorando la regla como algo orgánico y natural y honrarla como tal, como regalo de la naturaleza y como índice de buena salud.

-Vinculando el ciclo menstrual a la sabiduría de la naturaleza a través del poder de lo cíclico como fuerza regeneradora. La naturaleza trabaja de manera cíclica para renovar su fuerza creadora, por ejemplo, en el ritmo de las estaciones. ¡Comparémonos las mujeres a esta sabiduría de la Pachamama! ¡Nos sobran los motivos para sentirnos orgullosas!

-Dotando de magia y simbolismo a la menstruación, vinculándola a la luna y sus distintas fases.

-Viéndola como un poder, un regalo, un don, una puerta.

-Aclarando que la regla es parte de un proceso y no un fenómeno en sí mismo.

-Reforzar a través de la menstruación la idea de grupo o tribu estrechando el vínculo entre mujeres y estableciendo una unión con nuestras ancestras y las mujeres que vendrán: ese hilo rojo que nos une a todas hacia atrás y hacia adelante. Y también hacia el costado, por supuesto, estrechando el vínculo con las mujeres del presente. Es un tema que nos une. Un lazo sincrónico y diacrónico.

-Pensar sobre estas acciones en realación a la menstruación: valorar, honrar, conocer, aprender, resignificar, normalizar, recordar, señalar, simbolizar, empoderar, visibilizar, desmitificar, festejar.

-Hacer un regalo especial. Bueno, mejor esto te lo cuento de manera más extendida aquí abajo.

La menstruación, como la parte más visible de un proceso orgánico y cíclico, es un regalo de la naturaleza a la mujer, un río rojo que limpia y anuncia que un ciclo ha terminado y que uno nuevo está por comenzar con toda la fuerza de lo que recomienza. Una fuerza que, precisamente, por ser cíclica es mucho más poderosa que si fuese lineal y constante. Además por ser un proceso cíclico podemos conocer y prever cómo nos sentiremos en cada fase y prepararnos para ello y así aprovechar, encausar y potenciar cada sensación.

A ese regalo rojo que es la primera menstruación le viene bien un regalo que lo reconozca como tal. Que lo valore y lo señale en el tiempo como importante. Que lo reconozca como hito, como don. Un regalo, una ceremonia, un gesto que hagan que se viva conscientemente y le den su lugar como rito de paso. Un símbolo de que nos reconocemos mujeres y nos valoramos como tales. Un regalo que celebra la menarquía invocando el simbolismo de la luna cíclica, del color rojo, del poder energético de los minerales, del poder de un ritual mágico para ese día de inicio.

¿Cómo podemos hacerlo? Aquí van varias ideas:

-Celebrándolo. Ya sea organizando una fiesta o reunión o proponiendo un ritual o haciendo un regalo. Homenajear a la niña, honrar el momento, alegrarse y hacer que se alegre.

-Hablando ese día sobre el tema. Consigue un libro bonito sobre esa temática y léanlo juntas. Cuéntale cómo lo viviste tú. Cuéntale alguna tradición de algún lugar lejano.

-Organizando una reunión con las mujeres de la familia. Que cada una traiga un regalo simbólico o una anécdota sobre su propia vivencia.

-Invitando a las mejores amigas de la nena y hacer un pijama party. Organizar una «carpa roja».

-Entregando regalos que simbólicamente hablen sobre el tema (por el color rojo, por su relación con lo cíclico, con la luna, las estaciones, la repetición de días) y que marquen ese día en el recuerdo como un día especial.

-Haciendo un ritual: un baño de inmersión con velas, minerales o flores. ¡O con exquisitas esencias o sales!

-Escribiendo un mensaje y guardarlo para releer en el futuro u ofrecerlo al fuego de una vela.

-Haciendo una ofrenda a la luz de la luna.

-Vestirse de rojo, ponerse un hilo rojo a modo de pulsera, hacer una suelta de globos rojos, lucir un adorno rojo esos días -un collar o una pulsera de cuentas, un cinturón menstrual-. ¡Hacer del rojo un color mágico y poderoso!

Resumiendo: hacer un regalo (un objeto, un gesto, una experiencia) para celebrar, para recordar, para re-significar, para valorar un momento único y especial en la vida de una mujer. Un momento que ha sido acallado y desvalorizado como si diese igual, como si no trayera nada bueno (¿quizás porque a los hombres no les pasa y la historia la han escrito ellos?), como si no fuese un momento de inicio y de promesas, como si no fuese un acontecimiento que conecta a la mujer con su poder de crear y la asemeja a la naturaleza en su movimiento circular de crear, nutrir y luego limpiar, renovar y recomenzar. Como si no fuese la puerta por la que entra ya -magnética, hermosa, radiante- la diosa potente y creadora que seremos.

Acabo de preguntarle a mi hermana y me cuenta que sabe que cuando tuvo su primera regla tenía doce años pero que no se acuerda de nada más. Ni dónde estaba, ni qué estaba haciendo, ni cómo lo vivenció. Un hecho esencial que pasó, como para muchas de nosotras, sin pena ni gloria.

Cambiemos eso.

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